CAPITULO 1: CONOCIENDO A LA DESCONOCIDA (maldita paradoja)

La combi tardaba en llegar a su destino, estaba sentado torturándome con las cumbias subidas de tono que expulsaba el bendito radio, los pasajeros protestando por la lentitud, los gritos del cobrador y los malditos cláxones del mundo de afuera. En medio de ese caos siniestro y perturbador, apareció ella para cambiarlo todo. Una chica de cabellos ingobernables , mirada triste, nariz perfecta y cuerpo delgado, tan frágil como un cristal; una chica desconocida que intentaba ubicarse en un asiento. El mundo parecía haber quedado en blanco y negro, el silencio y el caos se rindieron ante su presencia. Mis ojos ya no eran los mismos, mi pupila archivaba su rostro y mi mente fabricaba sueños despiertos que me obligaban a ponerme alas e instalar sucursales en el cielo. No sabía su nombre, ni su edad, donde vive y con quien compartía ese corazón tan lejos del mío. Yo estaba sentado como un pirata, hurgando en su mirada, sabe Dios que cosa.

CAPITULO 2: SOY INVISIBLE

No tarde mucho en saber su nombre, donde estudiaba, su estilo de vida. En esas redes sociales que me hacen antisocial, descubrí quien era y siempre estoy ahí, permaneciendo en silencio, sin atreverme a decirle: hola, como estas? Puedo ser el amor de tu vida. La única forma de decirle que existo es hacer lo que se hacer…escribir y escribir…

CAPITULO 3: CARTA PARA ALEJANDRA

HOLA:                  

Hoy me es ingrato este oficio de jugar con las comas y puntos, tratando de explicar este milagro tan poco razonable, tratando de cobrarme un día de paz en tiempos de guerra. No me conoces, aún sigo siendo un perfecto extraño. Hoy sé que la felicidad, el amor, la amistad son utopías que generan angustias si las pretendemos completas (seguro que tú también sabes eso) Todo lo demás es un rosario de pesadillas que hay que padecer para poder encontrarte de manera esporádica proliferando por mi vida cibernética. Vivo al borde de lo tuyo aunque destroza. Claro está, en esta manía presurosa de jugar al escondite, como el gato y el ratón, jugueteando con la posibilidad de que algún día la desdichada suerte nos ponga a conversar sobre tu vida, porque la mía me parece muy aburrida y muy poco comercial. Me gusta de cierta manera que estés en aquel lugar tan lejos del mío, ausente. Hoy a tus veinte o veinte tantos años, de urgencias, disimulos, rutinas y de príncipes azules que se marchaban antes de llegar, puedo decir que mi soledad enamorada, anda taladrando un hueco en mi almohada, yo no sé si tú tienes algo que ver con esto, pero hasta el día de hoy, no ha podido Dios ni los 600 santos entender lo mío.

Se que tu corazón tiene un ayer, que no se cura mañana, con siete noches por semana que no se atreven a despertar, construyendo dramas que terminan con lluvia en tus ojos (se de tus historias de amor que dejabas notar en estados de Facebook). Yo ya me canse de buscarle inspiración a la tristeza, mientras el destino asoma su perfil y el presente se debate con una simple casualidad. Es por eso, que hoy, me sumo en la necesidad de escribirte esto, despojándome de mis ataduras y expresando con palabras impresas mis antojos de saber quién eres y que sepas quien soy. Alejandra, ese es tu nombre y es lo único verdadero que sé.