Camila siempre fue la fruta prohibida en mi vida, no por ser alguien inalcanzable, sino por ser la hermana de mi mejor amigo. Cuando la conocí solo podría verla como lo que era: la hermanita de mi amigo Frank, pero eso iba a cambiar un par de años después, cuando vi a Camila con ojos diferentes, cuando descubrí que el brutal abandono de su niñez había dejado en mi mente un recuerdo inolvidable. Aún tengo ese recuerdo celestial y sospecho que el ejercicio de mi vocación literaria ha sufrido y aún sufre de esa ingrata memoria. Ella tenía 16 años, su belleza era un edén de definiciones indemostradas y de ejemplos exóticos. En ese momento supe que entre la amistad de Frank y la mía, había una zanja saturada de una gran excepción(con todas, menos con mi hermana) pero yo no podía aceptar esa excepción anacrónica, no después de ver a Camila convertida en una mujer que despertaba en mí, los sentimientos y los deseos más insospechados de mi juventud.
Como plan de conquista, empecé a frecuentar mas a Frank, lo buscaba con cualquier excusa con tal de estar en su casa y ver desfilar a Camila una y otra vez por la sala, acaparando mi mirada y mis instintos naturales de hombre. Por otro lado, el trato que yo tenía con ella, era la de un simple HOLA y esas exiguas palabras no me iban a servir para nada. Empecé a buscar apoyo en la tecnología y de cierta forma dieron resultado todas esas conversaciones vehementes que solíamos tener en el chat. Completamente afiebrado de amor por Camila, decidí que ya era hora del gran paso, contra viento y marea y contra todos los límites fronterizos en el nombre de la amistad con Frank. Mis esfuerzos dieron resultados y mi turbada decisión de ser el enamorado de Camila fue positiva, la parte más difícil vendría luego.
Ella a sus 16 años y a sus escasos besos compartidos, tenía pavor que alguien por la calle nos pillara y acabara con nuestro secreto romance, yo con mis 20 años encima, solo soñaba con rozar un poco sus labios, los cuales me los entregó de la manera más tímida que recuerdo. Aquél primer beso, fue sin duda uno de los mejores, aquellos besos que nunca se olvidan y quedan guardados para evitar profanarlos. Camila y yo llevamos una relación como la de Romeo y Julieta, escondiéndonos de todas aquellas miradas y lenguas agudas del chisme, de todos aquellos dedos que nos podían señalar, nos queríamos en secreto, nos besábamos en secreto y también nos extrañábamos en secreto. Para ella, todo era mucho más difícil, tenía muchas más cosas que perder que yo, era como una ruleta rusa girando en su cabeza. Mientras yo, hacia esfuerzos por mantener todo a salvo y bajo control. Pero todo empezó a ir cuesta abajo, Camila tenía cada vez menos salidas, lo cual hacía que casi no nos viéramos, mi vida universitaria, sus padres, la amistad con Frank, todo cada día era más difícil de asimilar y sobrellevar.
En un intento de arreglar las cosas, tomé la decisión cursi de escribirle una carta, donde le manifestaba mis intenciones humanas de poder arreglar las cosas, de enfrentarme a la amistad que tenía con su hermano para ya no poder escondernos de nadie, me las iba a jugar el todo por el todo. Le quise entregar la carta personalmente, creí que era la forma más prudente y menos cobarde. El día que la vi, estaba hermosa con su uniforme escolar a cuadros. La miré a los ojos, mientras ella volcaba su mirada hacia ningún lado, como investigando que nadie nos viera juntos, quise sujetar su mano en un arrebato de locura, pero la repulsión de su cuerpo despegó mi mano de la suya. Saqué la carta de mi bolsillo, mientras ella la miraba como en cámara lenta y me detuvo la mano para cortarme la existencia de un solo golpe: esto ya no va más, todo está en nuestra contra – me dijo. Ella se fue ese día, me quede parado en esa esquina de la cual aún tengo el recuerdo, con la carta en el bolsillo, carta que nunca llegó a sus manos y que aún taladra mi corazón.
Hoy en día, 5 años después de ese tumulto de emociones, Camila sigue luciendo hermosa y yo sigo siendo amigo de Frank. Entre ella y yo solo queda ese viejo recuerdo, de algo que fue y que pudo haber sido mucho más.