Soy un tipo vengativo, pero no siempre lo fui. Vivía con la filosofía del chavo del 8, acerca de que “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”, entonces era un sujeto pacifico, sin sed de venganza, era bastante blandengue con las personas que me hacían daño. Hasta que a la edad de 20 años, leí a Borges quien decía que “la venganza no es un acto de maldad, sino es un acto de justicia” esas palabras me cambiaron la perspectiva y mande literalmente a la mierda la filosofía del chavo del 8. Empecé a tomar partido contra mis abyectos adversarios, aunque en una contienda física podría salir perdiendo.
Raúl Goicochea, era el tipo que más odiaba en esta vida, burlón, fanfarrón, matón, abusivo con los débiles, morboso, mezquino, un auténtico canalla hijo de puta. Lo conocí en la primaria, la época más humillante de mi vida, porque era punto de sus bromas infantiles, pasé la primaria entre llantos y quejas, una etapa de mi vida que no quiero recordar, por culpa de Raúl Goicochea no tuve una infancia muy feliz. La secundaria fue un poco menos agresiva, habían otros chicos más débiles que yo de los cuales él podría abusar, yo también aprovechaba un poco y abusaba de ellos, era una forma de sacarme el clavo que tenía desde niño.
El asunto es que después de terminar el colegio no volví a saber nada de Raúl, desapareció del planeta, nadie nunca supo que fue de su patética vida, solo nos enteramos que su hermana menor se metió en el vicio de la drogas, se volvió un poco loca y fue internada en un hospital psiquiátrico de Argentina. Pero fue hasta hace unas semanas, cuando me entere que aquel chico que me hacía llorar de niño, era hoy en día un sacerdote consagrado a Dios; sencillamente no lo podía creer, llamé a todos mis amigos del colegio para contarles el chisme del día, gracias a las amigas chismosas de mi madre, todos quedaron conmocionados por la noticia; Raúl Goicochea, el joven y abnegado sacerdote.
El día domingo, todos nos reunimos para ir a la iglesia y verlo. Entramos todos muy desconcertados, aun no lo podríamos creer hasta no ver a Raúl ensotanado. Para nuestra sorpresa y admiración, lo vimos, ahí estaba, era Raul, ese cabrón que nos hacía llorar en la primaria, no sabíamos si verlo con odio o con respeto. De inmediato nos reconoció, nos vio con asombro, nos vio con ¿dulzura?... Como las ovejas perdidas del rebaño, nos abrazó y nos dijo lo feliz que estaba por regresar a la ciudad, yo no podía ocultar mi enfado y odio guardado desde niño, se me venía a la mente los abusos, las bromas, los golpes, el llanto y todas esas cosas que me hicieron un niño llorón; lástima que no podía golpearlo, no entendía porque la vida tenía que ser tan injusta, lo tenía al frente y no podía hacerle nada. A la hora de la confesión, fui el primero en ponerme en la fila, ya había planeado de que forma vengarme, no sin antes pedirle perdón a Dios por las mentiras y cosas que le iba a decir, pero la Venganza, era algo que tenía que hacer, era una forma de sacar todo lo que tenía dentro, no quería quedarme con la imagen de niño llorón toda la vida. Cuando fue mi turno, me acerque al confesionario, me arrodille y una pequeña ventanita se abrió:
Ave maría purísima – sin pecado….(dije)
Dime cuáles son tus pecados – me dijo
Padre, tengo cosas guardadas desde hace muchos años, que me atormentan la vida, cosas que hice en mi adolescencia, cosas impuras y pecaminosas…
Continua hijo, cuéntame todo - dijo
Padre, cuando tenía 15 años, estuve con la hermana de uno de mis compañeros, ella tenía 14 años, le hice el amor casi a fuerza, la obligue a que me haga sexo oral y la inicie en el vicio de la marihuana, también tuve pensamientos impuros con su Madre, una vez la espié desnuda. Mi compañero era un cabrón, me pegaba en la primaria, por eso me puse de novio con su hermana y la obligue a muchas cosas sexuales; tríos, orgias, fiestas sexuales llenas de drogas…tú eres el culpable Raul, por cabrón, por haber sido mezquino conmigo, por eso tu hermana ahora está jodida en ese centro de rehabilitación…
Dicho todo con cierta dureza y haberme quitado un peso de encima, me fui de la iglesia, sintiéndome satisfecho, sintiéndome liberado, pero sintiéndome una verdadera mierda. Detuve mis pasos en el atrio de la iglesia, no podía dejar de sentirme callana, tan ruin, tan miserable, cuanto dolor le pude haber causado, ahora era yo el que seguramente lo había hecho llorar, pero con la diferencia de que no era un niño, era un adulto, consiente del daño. Raul salió, me miraba aun con ternura, una ternura que no entendía, una maldita ternura que me hacía sentir miserable. Se me acerco y me dijo: nunca es tarde para pedir perdón. Lo mire de otra manera, ya no era necesario decirle nada, sentí que sus palabras habían borrado todo lo malo que me hizo, me sonrió y luego me dijo:
Hoy iremos a jugar futbol con los chicos, vienes? - si – le dije. Me dio la espalda y luego se marchó…
Raúl, nada de la que te dije fue verdad - dije
Lo, sé – me dijo
Miré como se alejaba y en mi mente le dije: cabrón